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El error de borrar la central de riesgo, Y la propuesta irresponsable de Rixi Moncada

Borrar la central de riesgo suena popular. Promete “darle crédito a todos” y “empezar de cero”. Pero en la práctica sería el tiro de gracia para un sistema financiero que ya presta poco y caro. La Central de Información Crediticia (CIC) no es un castigo: es el termómetro que permite medir el riesgo de cada cliente. Sin termómetro, el médico atiende a ciegas; sin CIC, los bancos prestan a ciegas. Y cuando las instituciones no pueden distinguir entre buen y mal pagador, hacen dos cosas: suben las tasas y cierran la llave.


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En este contexto, la candidata Rixi Moncada ha prometido “sacar a todos de la central de riesgo” a partir del 27 de enero de 2026. Su oferta, presentada como “inclusión financiera”, ha sido señalada por economistas como irresponsable por el daño sistémico que provocaría.


Hoy, conseguir crédito en Honduras ya es difícil para personas asalariadas y las pymes.


Eliminar la central haría ese acceso todavía más estrecho. ¿Por qué? Porque la información reduce la incertidumbre. Cuando desaparece, la incertidumbre se traslada al precio y a las condiciones: más enganche, más garantías, menos montos, menos aprobaciones. Los primeros expulsados serían quienes no tienen casa que hipotecar ni un aval sólido: justo a quienes se promete “incluir”.


El impacto no se queda en el mostrador del banco. Las entidades financieras dependen de fondeo y relaciones internacionales; se evalúan bajo estándares de gestión de riesgo y cumplimiento. Un país que decide borrar su historial crediticio envía una señal de debilitamiento institucional. Eso encarece el dinero que llega de afuera y golpea a toda la economía: hipotecas más costosas, menos capital de trabajo para negocios, consumo contraído y empleo formal en pausa. En otras palabras, crédito más caro y más escaso.


Además, la medida es regresiva. Los clientes con mayor patrimonio seguirán accediendo al crédito gracias a sus garantías; los de menor ingreso quedarán a merced de prestamistas informales, donde las tasas son abusivas y no hay protección alguna. Llamar a eso “inclusión” es, como mínimo, ingenuo.


Si el problema de fondo es real mora alta, sobre endeudamiento, errores en reportes—, la solución no es destruir la información sino mejorarla y dar salidas justas a quien quiere regularizarse. Hay rutas serias y probadas:

  1. Rehabilitación de deudores con reglas claras: si una persona paga y mantiene buen comportamiento durante un periodo, su registro negativo se atenúa o caduca.

  2. Reporte de datos positivos (servicios, alquiler, telecomunicaciones) para que más ciudadanos construyan historial aun sin productos bancarios tradicionales.

  3. Reestructuraciones con periodos de gracia y límites razonables de tasa para quienes muestran voluntad de pago.

  4. Garantías parciales de banca de desarrollo enfocadas en pymes viables, apalancando crédito sin desordenar el sistema.

  5. Transparencia y corrección ágil en la CIC: disputas en línea, plazos de respuesta, auditorías y sanciones si hay errores persistentes.


Comisión Nacional de Bancos y Seguros

Todo esto abre el crédito sin romper el termómetro. Y además premia al buen pagador, que es la base de cualquier sistema sano.


Honduras necesita más crédito productivo, no más incertidumbre. La promesa de “borrar” la central de riesgo puede ganar aplausos en un mitin, pero pondría a las familias y a las empresas frente a un futuro con menos oportunidades y más costos. Si de verdad queremos que los bancos presten más y mejor, reforcemos la información, facilitemos la rehabilitación responsable y promovamos competencia; no demos el paso que nos dejaría en la oscuridad.


Porque, sin información, no hay crédito. Y sin crédito, no hay crecimiento.

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