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La importancia decisiva de las elecciones de 2025 en Honduras

Las elecciones generales de Honduras, fijadas para el 30 de noviembre de 2025, no son una cita más en el calendario: pueden redefinir el rumbo político, económico y diplomático del país para los próximos cuatro años. En un ciclo marcado por conflictos institucionales, denuncias sobre transparencia y una fractura en la confianza ciudadana, el voto de este año tendrá un peso inusual sobre la estabilidad democrática y la orientación de las políticas públicas.


¿Qué está en juego y por qué importa?

Se elegirá presidente(a) para el período 2026–2030, 128 diputados al Congreso, representantes al Parlamento Centroamericano, alcaldes y regidores. Además de nombres y partidos, están en disputa el control institucional —incluido el Consejo Nacional Electoral (CNE)— y la capacidad del Estado para atraer inversión, gestionar seguridad y mantener relaciones exteriores estables. Con la agenda legislativa y los puestos locales en juego, el resultado influirá desde la lucha contra la violencia hasta la política migratoria y la gobernanza económica.


Desde las elecciones de 2021 y la llegada de Libertad y Refundación (LIBRE) al Ejecutivo con Xiomara Castro, Honduras vivió un cambio significativo: una fuerza política nueva en el centro del poder que prometía reformas. Sin embargo, la gestión del partido en el gobierno ha enfrentado críticas por presuntas concentraciones de poder, problemas administrativos y tensiones con organismos internacionales, lo que ha erosionado parte de su capital político.


En ese marco, los partidos tradicionales —Partido Nacional y Partido Liberal— buscan recuperar terreno y aprovechar la fatiga o el desencanto entre sectores de la población.

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Las encuestas (no conviene confiar en una sola)

Las primarias del 9 de marzo de 2025 delinearon candidaturas y mostraron vencedores con distintos niveles de apoyo, pero las encuestas posteriores a las primarias ofrecen una foto más compleja y, a veces, contradictoria. Algunos sondeos han mostrado a candidatos vinculados a LIBRE en posiciones adelantadas; otros indicadores y mediciones publicadas durante 2025 revelan que la ventaja no es homogénea ni estable: en varias encuestas el Partido Liberal y el Partido Nacional aparecen con números competitivos que los colocan como candidatos reales a regresar al poder o forzar una segunda vuelta. Es decir: los pronósticos varían según la casa encuestadora, la metodología y el momento en que se midió la opinión pública.


Esto importa por dos razones prácticas: 1) una campaña cerrada convierte cada voto en crítico (especialmente en zonas urbanas y en centros electorales con alta movilización) y 2) la percepción de competitividad aumenta la presión internacional y la atención de observadores, lo que puede afectar cómo se gestionan los comicios y el conteo.


No todo se reduce a encuestas. Las primarias mostraron fallas logísticas —centros que abrieron tarde, retrasos en la entrega de material— y disputas internas en el CNE que debilitan la confianza pública. Organismos internacionales y analistas han expresado preocupación por la independencia del órgano electoral y por irregularidades que, de repetirse, podrían cuestionar la legitimidad del resultado. Además, el clima de acusaciones (desde financiamiento hasta vínculos de miembros con investigaciones) y la polarización aumentan la posibilidad de protestas o de impugnaciones postelectorales.


¿Qué puede decidir el electorado?

  • Restablecer o frenar reformas: Un triunfo continuista de la corriente gobernante podría consolidar proyectos iniciados, mientras que una victoria de los partidos tradicionales cambiaría prioridades legislativas y de gestión.

  • Relaciones internacionales: La elección también determinará la relación con socios clave (EE. UU., organismos multilaterales) y políticas como extradiciones o cooperación en seguridad.

  • Calidad institucional: Si la población castiga prácticas percibidas como clientelistas o autoritarias, puede abrirse una ventana para reformas institucionales; si no, la captura de instituciones puede profundizarse.


Estas elecciones no son solo una batalla entre partidos: son un test sobre la madurez institucional de Honduras. Las encuestas muestran escenarios abiertos y competitivos; las debilidades del CNE y los episodios del pasado reciente obligan a una vigilancia ciudadana y a la participación masiva para darle legitimidad al proceso. Votar, informarse y exigir transparencia en el conteo y la transmisión de resultados son acciones que hoy pesan tanto como la preferencia por un candidato.


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