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¿La punta es hondureña o garífuna? El debate que reabrió una herida histórica

Durante los últimos días, un debate encendido ha tomado fuerza en las redes sociales hondureñas: ¿la punta es hondureña o garífuna? La discusión se desató a raíz de un video publicado por una joven garífuna, quien explicó en detalle el verdadero origen del baile ancestral, su significado espiritual y cómo, según ella, ha sido “vulgarizado” en Honduras con el paso del tiempo.


El video que lo inició todo

En el video, que rápidamente se hizo viral en plataformas como TikTok y Facebook, la joven de 15 años de edad de la comunidad de San Juan que representaba el cuadro de la Escuela Normal narra que la punta nació en la isla de San Vicente, en el Caribe, durante el siglo XVIII. Según la tradición oral, los garífunas —un pueblo descendiente de africanos y arawakas— ejecutaron por primera vez este baile tras la muerte de uno de sus enemigos, un opresor que había intentado esclavizarlos. Como símbolo de victoria y liberación, el pueblo danzó “de punta a punta” de la isla, dando origen al nombre del baile.


La joven también criticó la manera en que, en Honduras, la punta ha perdido su sentido original:


“La Punta es un baile ancestral de los Garífunas que fue dado su nombre Punta, dado a que uno de los señores malos había muerto y fue celebrado de punta a punta. Desde ese entonces se le conoce a este baile como Punta”, dijo. "La punta no necesita ser bailada, ni quebrada obscenamente. Para la punta solo necesitamos la punta de los pies y las caderas", agregó.
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El contexto histórico: antes de Honduras

Para entender el trasfondo del debate, es necesario remontarse a 1797, cuando los garífunas fueron exiliados por los británicos desde San Vicente hacia la isla de Roatán. En aquel entonces, Honduras como república aún no existía: el país no declaró su independencia de España sino hasta 1821, y las Islas de la Bahía no formaban parte del territorio hondureño.


De hecho, las islas fueron cedidas oficialmente a Honduras por el Reino Unido en 1859, mediante el Tratado Wyke-Cruz, y reincorporadas formalmente en 1861. Aun así, pasaron varios años antes de que el gobierno hondureño estableciera una presencia real en la zona; registros históricos indican que hasta la década de 1870 comenzaron a enviar autoridades militares para ejercer control administrativo y recaudar impuestos.


Por lo tanto, cuando los garífunas llegaron a Roatán, no llegaron a Honduras, sino a un territorio sin administración formal local, bajo disputas coloniales entre los imperios británico y español.


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El desembarco garífuna en Roatán marcó el inicio de una nueva etapa para este pueblo. Desde allí se dispersaron hacia Trujillo, Tela, y la costa atlántica de lo que más tarde sería Honduras. Aunque hoy forman parte del mosaico cultural hondureño, su identidad no nace de la nación hondureña, sino de una historia propia que antecede la creación del Estado.


La punta, por tanto, es una expresión cultural garífuna, no “hondureña” en su origen. Sin embargo, con el paso de los siglos, se convirtió en un símbolo nacional, incorporado en festivales, escuelas y medios como parte de la identidad cultural del país.


¿Puede una tradición tener doble pertenencia?

Los historiadores y antropólogos suelen coincidir en que las expresiones culturales pueden tener múltiples pertenencias cuando se desarrollan y transforman en nuevos contextos. En este caso, la punta es garífuna en esencia, pero también hondureña por adopción, tras siglos de coexistencia y mezcla cultural. El debate actual, sin embargo, revela tensiones más profundas: por un lado, el reclamo de los garífunas por el respeto a su herencia ancestral; por otro, la apropiación nacionalista que intenta convertir sus símbolos en parte de una identidad más amplia sin reconocer su origen ni su historia.


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Más allá de los comentarios y los enfrentamientos en línea, esta discusión puede servir para reflexionar sobre cómo Honduras narra su diversidad. Reconocer que la punta no nació en el territorio hondureño no la hace menos valiosa; al contrario, permite apreciar la historia compartida que une al pueblo garífuna con el país. Entender el contexto colonial y la migración forzada de 1797 no solo honra la verdad histórica, sino que también da visibilidad a una comunidad que ha mantenido vivas sus tradiciones, su idioma y su espiritualidad frente a siglos de marginación.


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Paradójicamente, mientras en los escenarios y festivales nacionales se celebra la punta como un símbolo de identidad hondureña, la comunidad garífuna original de Punta Gorda, en Santos Guardiola, Roatán, vive en condiciones precarias que rara vez son visibilizadas. Este pequeño asentamiento, fundado en 1797 por los primeros garífunas llegados desde San Vicente, es hoy un sitio histórico y espiritual de enorme valor. Sin embargo, sus habitantes enfrentan carencias básicas, desde el acceso limitado a servicios públicos hasta la falta de infraestructura adecuada. Uno de los reclamos más antiguos de la comunidad es la pavimentación del camino que conduce al cementerio histórico, donde descansan los primeros garífunas que llegaron hace más de dos siglos. El deterioro del acceso a este lugar sagrado simboliza una realidad dolorosa: mientras la punta se aplaude en escenarios nacionales e internacionales como parte del “orgullo catracho”, la comunidad que le dio vida sigue esperando reconocimiento, inversión y respeto por su legado.


La punta, al final, no pertenece a un país, sino a un pueblo. Y ese pueblo, el garífuna, sigue siendo una de las raíces más profundas del Caribe hondureño.

Punta Gorda, Roatán por Amazing Roatan Tours
Punta Gorda, Roatán por Amazing Roatan Tours

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